11 noviembre 2009

Viejo, cruel y plagiado

Publicado por Grupo Asobe

 

Él que no conoce su pasado está condenado a repetirlo dice el sabio refrán, también agregaría que corre el riesgo de defender lo indefendible.

El Antiguo Testamento (AT) es una apología de las aventuras de un tribu(s) que después fue nación, pero siempre una pequeña, arrinconada entre imperios que dispusieron de ella a placer, ¿que le quedaba a aquel humilde pueblo? llenarse el pecho de orgullo, elegir a un dios protector del panteón y hacerlo el más grande de todos (henoteísmo) y sentirse elegido, exclusivo, único ¿que más podían hacer?, ya sabemos que la idea funcionó pues una admirable, pujante, aunque belicosa y paranoica nación moderna es heredera de aquellos pastores de cabras de la edad de bronce.

Aquel compendio de relatos que empezaron como historias orales y terminaron en un libro allá por el siglo VII antes de nuestra era, en el reinado de Josías, hoy es el Antiguo Testamento cristiano o la Torá judía; en él no hay nada extraño al pensamiento de esa época: historias de conquistas y exterminio de pueblos rivales; crónicas de grandes héroes o reyes; novelas de amor carnal; acciones que hacen torcer los ojos al lector moderno como el permiso para tener esclavos y disponer de ellos, vender a tu hija como esclava, no tocar a mujeres menstruantes, matar al vecino que trabaja en el día de descanso, o come mariscos, no poder ser sacerdote si se tiene algún defecto congénito , ser impuro por tener el pelo corto, o tocar la piel de un cerdo, entre otras simpáticas anécdotas.

Hilando un poco más delgado sabemos que la creación del mundo y el Diluvio Universal testamentarias son versiones tomadas de mitologías comunes en Oriente Próximo y el Mediterráneo, como el bebé Moisés en el cesto y su similitud con el relato del rey Sargón de Akkad que vivió mucho antes; Noé como remake del diluvio en el Poema de Gilgamesh o el detalle de que en el relato del Génesis original se usará el término Elohim (dioses) en lugar de Eloah (Dios).

Sabemos además que la alianza del dios judío (mas tarde cristiano) con su pueblo es sospechosamente parecido al pacto que establecían los monarcas antiguos con los pueblos vasallos.