28 diciembre 2009

Irás al paraíso

Publicado por Grupo Asobe


La idea del paraíso eterno, el cual Dios pone a disposición de todo humano que haya cumplido en la vida terrenal sus preceptos y una serie de mandamientos y comportamientos acordes con los dogmas religiosos, no es más que un concepto lleno de contradicciones y situaciones irracionales y paradójicas.
Primeramente, un Dios que crea un mundo en el que de antemano sabe que hay dos grupos marcados: la gente que irá al infierno y la gente que será “salva” e irá al paraíso, no puede ser otra cosa más que un Dios malvado, que considera su creación como una diversión o una especie de circo personal.
Pero para los fines de este artículo, obviaremos esto último, y nos centraremos en el concepto de paraíso eterno.
¿Qué entendemos por paraíso eterno? Según las creencias religiosas, una persona que ha llevado una vida buena (en relación a lo que dichas creencias consideran “bueno”) y que ha respetado las leyes de Dios, al morir merece estar en un lugar hermoso, libre de pecado, libre de sentimientos negativos, en donde todo es perfecto. Ese lugar se conoce como paraíso. El paraíso es eterno, porque si lo que se ha hecho en la vida terrenal es bueno, la persona gana el derecho a estar por toda la eternidad en dicho paraíso.
Hasta aquí, el concepto puede parecer sensato, sobretodo a los creyentes. Sin embargo, veremos que es un concepto lleno de contradicciones y absurdos.
Primeramente, el paraíso supone que hay paz absoluta. Esta sola suposición trae consigo una cascada de consecuencias: al haber paz absoluta significa que no hay desacuerdos entre las personas (más precisamente, entre las almas); si no hay desacuerdos en absoluto entonces quiere decir que el pensamiento que cada persona poseía antes de morir, ya no es el mismo. Es decir, la esencia única de la persona se pierde al morir. Si la esencia de la persona se pierde al morir, entonces quiere decir que la persona ya no es la misma. Incluso, viéndolo más profundamente, se podría decir que las almas presentes en el paraíso eterno son una especie de robots, sin pensamiento propio y sin diferencias de opinión entre ellos.
Toda la forma de pensar, las opiniones, los conocimientos, los gustos y preferencias, los sentimientos, etc., se pierden en el dichoso paraíso. De no suceder así, entonces tendríamos un paraíso en el que las personas opinarían diferente (tal y como lo hacían en vida), preferirían cosas diferentes (tal y como lo hacían en vida), sentirían cosas diferentes (tal y como lo hacían en vida), etc.
Esta perfección que se supone es característica del paraíso, supondría que todos piensen igual y que todos sean idénticos en cuanto a las características emocionales. De lo contrario, la perfección se rompería.
Después de imaginar este hipotético escenario “paradisíaco”, las palabras del Dr. Weirde resultan muy apropiadas:

Si pensar libremente por uno mismo es un boleto seguro al infierno, las conversaciones en el cielo deben ser terriblemente aburridas.”

Y es que este concepto de paraíso eterno es extremadamente absurdo y paradójico, ya que se supone que debería ser un lugar en el que uno se sienta a gusto, y desarrolle su potencial espiritual al máximo. En lugar de esto, tenemos robots espirituales idénticos y sin personalidad. Si eso es lo que los creyentes piensan que Dios desea para ellos, pues deberían pensarlo detenidamente.
Por otro lado, los “malos” van al infierno, en donde se quemarán y sufrirán por la eternidad. Yo me pregunto si un espíritu inmaterial puede sufrir a causa del fuego; incluso me pregunto de qué manera puede sufrir un espíritu y para qué desearía el absolutamente bondadoso Dios que sus hijos sufran de la forma en la que él describe. ¿Acaso no son el paraíso eterno y el infierno, premio y castigo respectivamente, absolutamente injustos para cualquiera? ¿Acaso una vida de 80 años es suficiente para juzgar en dónde y en qué condiciones estará una persona por la eternidad? ¿80 años vs el infinito?
Y es que los simples conceptos de paraíso eterno e infierno eterno llevan consigo consecuencias lógicas altamente conflictivas entre sí.
Resulta evidente la tremenda falacia que constituyen las creencias religiosas, que en todo caso, sirven para dar falsas esperanzas o temores infundados acerca de nuestra naturaleza. Y lo peor de todo ello es que se basan en conceptos arcaicos y endebles, totalmente alejados de la realidad y de la naturaleza humana.

Ah ¿Y los perritos también van al cielo? jajaja

Por Eduardo Briones R - Chile

2 comentarios:

Matías dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mario M dijo...

Me gusta tu artículo. Aparte de eso, el paraiso siempre me ha aterrado "existir por siempre" Eso da miedo, a lo mejor me gustaría vivir sólo diez millones de años.

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