05 febrero 2010

La transubstanciación

Publicado por Grupo Asobe

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Si hay algo que debamos reconocer a los católicos es su capacidad inagotable para creerse los dogmas más absurdos que la retorcida mente de un teólogo se pueda inventar. Entre los más disparatados se encuentra el dogma de la transubstanciación que consiste en lo siguiente:

"Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación"

Los católicos, en definitiva, deben creer que las substancias del pan y del vino, una vez que son consagrados, se convierten realmente en la substancia del cuerpo y la sangre de Jesús aunque sus características perceptibles, a las que llaman "accidentes", tales como el olor, el sabor, la apariencia o la textura no cambien. Es decir, el pan ya no contiene aquello que le hacia ser pan, de hecho ¡ya no es pan!, ahora es el cuerpo de Cristo, pero conserva los "accidentes" propios del pan.

Este dogma debe superar, entre otras, tres importantes cuestiones:

- ¿Cómo pueden persistir las propiedades físicas del pan y del vino una vez que el sujeto material que las sustenta ha desaparecido?
- ¿Cómo puede el cuerpo de Cristo, y no solo su alma o divinidad, estar presente de forma completa y verdadera en cada una de las partículas que constituyen lo que antes era pan?
- ¿Cómo puede estar simultáneamente el cuerpo de Cristo, y no solo su alma o divinidad, en el cielo y en cada una de las hostias consagradas en el mundo?

Los teólogos llevan más de mil años intentando explicar esta idea absurda sin ningún resultado, más allá de su habitual razonamiento circular y verborrea vacía, llegando a lo sumo a su solución favorita, calificar a la transubstanciación como un misterio. Evidentemente, los que idearon este dogma no tenían ni la más mínima idea de en que consiste la materia, de que es un átomo o un electrón, de hecho, algunos teólogos intentaron explicar la transubstanciación proponiendo que el cuerpo en miniatura de Jesús, con todas sus partes, se encontraba en cada partícula de la hostia. Lo más llamativo de todo es que no había ninguna necesidad de crear semejante engendro, el único fundamento para sostener este absurdo es que Jesús pronunció las palabras "tomad y comed, este es mi cuerpo" y a nadie se le ha pasado por la cabeza que esa frase pueda tener un sentido metafórico.
 
 
 
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