15 agosto 2010

Fausto

Publicado por Yareli


Tenía la mirada perdida cuando lo encontraron, parecía haber olvidado para siempre su capacidad comunicativa. Felipe lo miró con cierta lástima desde el otro lado del vidrio mientras terminaba de llenar la constancia de que era su familiar y demás trámite burocrático. –Oiga como que el joven está cucú ¿no? –preguntó estúpidamente uno de los oficiales a cargo de su cuidado las últimas cuatro horas mientras le daba una mordida a la torta de chorizo que le había pintado de rojo la comisura del labio derecho.
Felipe hizo apenas un movimiento de cabeza seguido de un gemido ininteligible para que el hombre no le hablara más. Mientras el joven, al otro lado de la habitación se remonataba a su infancia, pero sobre todo pensaba en su madre, en las grandes mejillas rojas. Felipe terminó de leer en informe que le comunicaba que su primo había sido encontrado desnudo en un callejón cerca de la plaza de la capital, no sabía su nombre y apenas respondía con la mirada a quien le hablaba. Pero ¿qué le podía haber pasado en ese viaje? Sólo Dios sabrá. A veces parece impensable que una madre pueda hacer las del diablo cuando hay tanto amor de por medio...