24 diciembre 2010

Desagradable

Publicado por Norberto Briones


Hay una cosa, entre tantas, que no me gusta hacer: celebrar la Navidad. No me gusta, no es porque tenga el corazón pequeño como 'El Grinch', tampoco soy judío y menos soy un Grinch judío, sino porque no le encuentro sentido a ese ritual romano-persa-egipcio-germano-mexica-inca-cristiano que busca conmemorar el nacimiento improbable de un mesías desde una madre virgen en el solsticio de invierno. Y siempre en estas fechas me cuestiono el porqué se deben hacer regalos a nuestros seres queridos en nombre del consumismo y del cristianismo.

Observo mares de personas que se mueven, tal hormigas sobre un caramelo, buscando cosas para comprar en todos lados. Las calles saturadas de esperanzados corazones que anhelan satisfacer a los otros entregándoles cuánta cosa se les ocurra regalar. Me causa una incómoda curiosidad ver que el mercado se ha apoderado de esta fecha cuyo núcleo es la familia.

¿Pero qué digo? Que la familia es núcleo de la Navidad, que recordar el nacimiendo de Jesucristo es lo más importante de este día, que él se nos regala gratis y con toda humildad para salvarnos de nuestros pecados, que su nacimiento es tan importante que separó la historia entre antes y después de su nacimiento, que Jesús con su infinito amor nos reúne en familia para regalarnos amor.

Y claro que es fácil adoptar esta fecha como cierta, si tradicionalmente así se ha celebrado y cuya imposición por el papa Juan I con ayuda de Dionysius Exigius en el siglo VI ya no es recordada. Podríamos incluso celebrar el festival de la Saturnalia, o la conmemoración del Sol Invictus, recordemos el nacimiento de Frey, o el advenimiento de Huitzilopochtli y la celebración de Inti, todas celebradas para Navidad y suplandatadas por el muchacho escuálido barbón y crucificado. No voy a entrar a dar detalles históricos del origen de la Navidad, que pueden encontrar información repartida en el blog, sólo quiero señalar que el verdadero sentido de la Navidad en realidad no es el nacimiendo de Jesús, sino que el verdadero sentido de la navidad es que no tiene sentido. Ni hablar del anciano con sobrepeso y súper abrigado que entra escondido a las casas, menos del árbol plástico con excrecencias colgantes de colores.

Espero estar vivo para el año en que el día 25 de Diciembre sea un día como cualquier otro, que no sea feriado y que se deba trabajar, pues no existe ningún evento relevante que celebrar. Bueno sí lo hay, pero sólo los astrónomos y los meteorólogos celebran el solsticio de invierno.

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