27 enero 2011

Diógenes de Sinope

Roba, pues; "todas las cosas son propiedad del sabio".

En el cuadro la "Escuela de Ateneas" de Rafael Sanzio, Diógenes aparece tumbado sobre los escalones, en un gesto representativo de sobriedad.
Sus principios de autonomía y desprecio de los usos de la sociedad le tienen allí, meditabundo apreciando a la vez su vida fuera de la inexorable necesidad de los miserables por vivir de los bienes, de las riquezas y la admiración de los hombres.

Diógenes fue discípulo o seguidor de Antístenes fundador de la filosofía o movimiento Cínico, que tiene como característica principal el reproche a las conductas civiles formalizadas y promovidas por la Sociedad, naturalmente expresaban su malestar mediante sarcasmos e ironías.

Cuando Diógenes quiso ser discípulo de Antístenes al comienzo de la relación, Antístenes no quiso tenerlo como asociado por lo cual intento correrlo con violencia, pero Diógenes le manifestó: “no hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir”.

Anécdota de Magno: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes.”

Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos, Alejandro interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: “Sí, tan solo que te apartes porque me tapas el sol.” Los cortesanos y acompañantes se burlaron del filósofo, diciéndole que estaba ante el rey. Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo. Alejandro cortó sus risas diciendo: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes.” En otra ocasión, Alejandro encontró al filosofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.

Otras Anécdotas:
Aunque la mayoría de las leyendas sobre él dicen que vivía en una tinaja en Atenas, hay algunas fuentes que afirman que vivía en una tinaja cerca del gimnasio Craneum en Corinto. Diógenes Laercio dijo sobre él en Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres:
Al anunciar Filipo que iba a atacar Corintio, y al estar todos dedicados a los trabajos y corriendo de un lado a otro, él empujaba haciendo rodar la tinaja en que vivía. Como uno le preguntara: -¿Por qué lo haces, Diógenes?-, dijo: -Porque estando todos tan apurados, sería absurdo que yo no hiciera nada. Así que echo a rodar mi tinaja, no teniendo otra cosa en qué ocuparme.
Diógenes Laercio también comentó en este libro:
Solía entrar en el teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, contestó: "Es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida"

Más Citas:

“Viendo en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija perteneciente al tesoro del templo, comentó: «Los ladrones grandes llevan preso al pequeño»”.

“Alguien muy supersticioso le amenazó: «De un solo puñetazo te romperé la cara»”; Diógenes replicó: « Y yo, de un solo estornudo a tu izquierda te haré temblar»”.

“Habiéndole uno invitado a entrar en su lujosa mansión, le advirtió que no escupiese en ella, tras lo cual Diógenes arrancó una buena flema y la escupió a la cara del dueño, para decirle después que no le había sido posible hallar lugar más inmundo en toda la casa”.

“A uno que le reprochó: «Te dedicas a la filosofía y nada sabes», le respondió: «Aspiro a saber, y eso es justamente la filosofía»”.

“A uno que le manifestó el deseo de filosofar junto a él, Diógenes le entregó un atún y le ordenó seguirle. Aquél, avergonzado de llevarlo, se deshizo del atún y se alejó. Diógenes se encontró con él al cabo de un tiempo y, riéndose, exclamó: «Un atún ha echado a perder nuestra amistad»”.

“Se acercó a Anaxímenes, el orador, que era extremadamente obeso, y le propuso: «Concede a nosotros, mendigos, parte de tu estómago; nosotros saldremos ganando y para ti será un gran alivio.» Cuando el mismo orador peroraba, Diógenes distrajo a su audiencia esgrimiendo un pescado. Irritado aquél, Diógenes concluyó: «Un pescado de un óbolo desbarató el discurso de Anaxímenes»”.

“En otra ocasión, gritó: « ¡Hombres a mí!» Al acudir una gran multitud les despachó golpeándolos con el bastón: «Hombres he dicho, no basura»”.

“Estaba en una ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntándole por qué lo hacía, contestó: «Me ejercito en fracasar.» Para mendigar –lo que hacía a causa de su pobreza- usaba la fórmula: «Si ya has dado a alguien, dame también a mí; si no, empieza conmigo.»”
“« ¿Por qué –se le preguntó- la gente da dinero a los mendigos y no a los filósofos?» «Porque –repuso- piensan que, algún día, pueden llegar a ser inválidos o ciegos, pero filósofos, jamás»”.
“Pedía limosna a un individuo de mal carácter. Este le dijo: «Te daré, si logras convencerme.» «Si yo fuera capaz de persuadirte –contestó Diógenes- te persuadiría para que te ahorcaras»”.
“En un banquete algunos le echaron huesos, como si fuera un perro: Diógenes, comportándose como un perro, orinó allí mismo”.

- Cuando fue puesto a la venta como esclavo, le preguntaron que era lo que sabia hacer, y el contestó: “mandar, comprueba si alguien quiere comprar un amo”.

- Cuando le invitaron a una lujosa mansión le advirtieron de no escupir al suelo, acto seguido escupió al dueño, diciendo que no había encontrado otro sitio más sucio.

- En un banquete, algunos, para reírse de él le pusieron unos huesos, como un perro. Él, acto seguido, orino encima, como un perro.