29 agosto 2011

La Liebre

El listo evita la ira del señor

En un gran bosque vivía un rey tigre muy despiadado. Había impuesto una ley por la que los animales comunes debían de ofrecerse por turno para que él comiera. Si actuaba así durante mucho tiempo seguro que todos los animalitos del bosque acabarían por ser devorados, pero ninguno se atrevía a violar esta ley por miedo a sufrir una desgracia aún peor.
El día que le llegó al conejo el turno de ofrecerse ante el rey tigre, estuvo pensando desde la mañana temprano la forma de librarse de su suerte. Daba vueltas de un lado para otro pensando si podría evitar que el tigre le comiera, pero como no se le ocurría nada, despacito se fue poniendo en camino hacia la morada del rey tigre. Al pasar junto a un lago el conejo sintió sed, y se acercó a beber a la orilla del agua. Cuando estiró la cabeza para beber, y vio su imagen reflejada en el agua, se le ocurrió la forma de evitar al tigre.
El conejo llegó donde el tigre vivía cuando el sol se estaba poniendo. El tigre le reprochó enfadado: “¿Cómo llegas tan tarde? Ya hace un rato que tengo hambre.” El conejo contestó: “Salí de mi casa temprano. Pero a mitad de camino me encontré con un rey tigre idéntico a ti, que también quería comerme. Cuando le dije que venía a ofrecerme a ti se enfadó y me dijo: “Bajo el cielo ¿quién es tan poderoso como yo?” Afirmó que no os atreveríais a tocarle un pelo. Tras mucho rogarle me dejó partir, pero me pidió que os dijera que si tenéis valor, vayáis a mediros con él.” Cuando el rey tigre le escuchó montó en cólera, dando un brinco se puso en pie gritando: “¿Dónde está ese tigre?” Fingiendo miedo el conejo contestó: “En el lago al pie de la montaña.” Entonces el rey tigre pidió al conejo que le guiara, caminando los dos hasta llegar a la orilla del lago. Una vez allí, señalando el lugar donde había visto reflejada su propia imagen, el conejo indicó al tigre: “Ahí está.”
El tigre se acercó a la orilla del agua a mirar, y naturalmente se encontró con un tigre en el agua, frente a él. Abrió la boca y rugió, para su sorpresa el otro no sólo no se asustó, sino que a su vez abrió la boca y rugió. El rey tigre dio un gran salto, arqueó la espalda, erizó la cola y sacó las uñas. No pensó que el tigre del agua haría lo mismo. Cada vez más enfadado se lanzó contra su oponente con toda su fuerza. Sólo se escuchó el sonido de algo roto y el tigre entrando en el agua, luchando hacía abajo, sin que volviera a subir