"La oración es como un pozo de los deseos al que arrojas monedas.
En un pozo de los deseos, el pidiente se presenta al pozo, pide un deseo, arroja una moneda y espera que se cumpla.
Puede que el deseo se cumpla, pero no derivará de arrojar la moneda o no, sino de las circunstancias reales.
Si el deseo se realiza, el pidiente lo achacará a haber ido al pozo y arrojado la moneda.
Si el deseo no se realiza, el pidiente habrá perdido su moneda y no la recuperará.
En cualquier caso el pidiente le pide a alguien indefinido e inexistente el cumplimiento de su deseo.
La oración es igual.
Quién ora lo hace por dos motivos: para cumplir con un precepto religioso y en consecuencia ganarse el Paraíso o para pedir algo específico: salud, bienestar, felicidad, etcétera.
En ambos casos se invierte tiempo, irrecuperable. Al igual que arrojar monedas al pozo.
En ambos casos se dirige a un ser indefinido e inexistete, al igual que en el pozo.
Y, al igual que en el pozo, si la petición de la oración se cumple, se dirá que es por la oración y si no se cumple, se dirá que Dios tiene sus propios designios..."
Lo que es cierto es que no existe, al igual que en el pozo, relación entre el deseo y el cumplimiento del mismo.