Después quizá hablamos de alguna memoria, del exceso de dulce en la boca o los besos, que viene a ser casi lo mismo y no.
Caminabamos en la noche, llueve y recordé tu risa con el tintineo del agua sobre las hojas casi destruidas de los árboles viejos, llovimos también nosotros, nos mordimos con los ojos caninos ocultos a los autos. Satisfechos, recorrimos con la lengua los labios que fueron dispuestos como carne fresca. Tú sonríes de nuevo, yo te miro. Entonces ambos recordamos que el aullar no es una exlusiva condición animal.