Hablábamos en mitad de un mar de gente, en un reconocido centro comercial de la ciudad, él estaba sentado en una butaquita, con su aire arrogante, contemplando las mujeres pasar como cualquier otro. Nadie le miraba. Fumaba sus acostumbrados puros, no tenia barba, el pelo inusualmente corto. Su camisa de manga larga dejaba ver los dos relojes que siempre lleva (hora local y hora de su país), no lleva pendientes. Esta delgado.
La gente pasa.
No se inmutan, tropiezan con el astro.
Nadie se acerca.
- ¿Diego? ¿Diego Maradona? Esas fueron mis primeras palabras cuando lo conocí. Incrédulo vi como asentía con la cabeza. Me hizo un gesto con la mano... (Ver más...)
Enviado por Gabriel Rodriguez
Blog: "De la crítica y otros demonios"