16 junio 2009

¿Porqué el mundo no necesita a Superman?

Publicado por Grupo Asobe

foto de nobe_gallery en 25/09/08


El hecho de hacerse la pregunta ya es una desgracia sin paliativos. Y es una desgracia que viene de viejo, tan antigua como la civilización. Cuando vivíamos entre el Tigris y el Eufrates, nuestro mundo era del tamaño de un pueblo y los dioses campaban por sus respetos desde un resfriado a la caída de un rayo que mataba a una cabra, ya creábamos héroes que solventaban todos los problemas de los sufridos y pobres mortales – Gilgamesh-. Luego llegaron los griegos, que fueron los primeros en crear héroes que luchaban por poner en su sitio a los dioses, una panda de cabrones que dedicaban su tiempo a divertirse jodiendo al personal. Los judíos tenían, y tienen, un problema de marketing, su dios es vengativo, pendenciero y da unas ostias que ríete tú de Terminator. Los cristianos intentaron arreglarlo. Dios pasó de ser un psicópata matón a tener un plan universal, pasó de ser alguien que se divierte obligándote a matar a tu primogénito a ser todo amor, pasó de ser el gran acojonador a ser un salvador. Eso es Superman, un salvador. La figura de los leotardos azules y la capa roja tiene mucho que ver con Jesús. Y sin embargo no es un dios, pero casi, como Jesús, que no deja de ser sólo un hombre, aunque sea hijo de dios – luego la Iglesia Católica se inventó lo de la santísima trinidad porque sino se dejaba cierta grieta a que los cristianos pensaran que cualquiera podría ser Jesús, y como que no-. Tanto Jesús como Superman se inventan porque existe una necesidad intrínseca en el ser humano de un salvador – Ah, y no, no me he expresado mal. Jesús es un personaje inventado para un cómic de la época (no existe ni una sola prueba, de ningún tipo, que demuestre la existencia de Jesús, cosa extraña si tenemos en cuenta que, según el nuevo testamento y el Vaticano, Jesús fue una figura tremendamente influyente en su época y, sin embargo, no existe ni la más mínima mención a su figura hasta el siglo IV D.C., y ninguna mínimamente creíble). La Iglesia Católica aprovecha ese personaje adaptándolo para así dar base a un poder que dura ya mil quinientos años. Pero eso es otra película-.
La cuestión es por qué esa necesidad de un salvador. Por qué el ser humano se encandila con el deseo de alguien, de algo que no permita que un incendio destruya su casa, aunque lo haga a soplidos como el hombre de acero. Bajo mi punto de vista tiene que ver con que sabemos que existen cosas que escapan a nuestro control, cosas que sabemos que no podemos dejar fuera de nuestras vidas por mucho que lo intentemos; terremotos, inundaciones, incendios, accidentes de coche, de avión, un rayo, un meteorito, lo que sea. Por mucho que nos esforcemos, por mucho que nos resguardemos y tengamos cuidado hay cosas imprevisibles y desastrosas contra las que no podemos luchar, y de ello viven los seguros, esos optimistas bien informados. Y sin embargo eso es la vida. Vivir es un riesgo que no podemos controlar, es su belleza y su desgracia, y también es una incongruencia, aunque no muy grande, no crean. Sabemos que la vida es una aventura, un riesgo constante, pero, al mismo tiempo, saberlo nos hace desear que haya alguien que vele por nosotros, que minimice ese riesgo y nos permita recorrer ese camino lleno de baches con un mínimo de seguridad, aunque sepamos a ciencia cierta que Superman no existe. En el fondo, eso es lo de menos. Lo cierto es que nos gustaría levantar la cabeza, mirar al cielo y poder decir eso de ¿Es un pájaro?, ¿Es un avión? No, es Superman, y sonreír. Conste que podríamos hacerlo de todas formas. Levantar la cabeza, mirar el cielo – esté nublado o no-, respirar hondo y sonreír… pero no lo hacemos. Ese es el problema.
El otro día veía a un niño en el parque vestido con ese traje azul y la capa roja corriendo entre los columpios. Alguien dijo que a los padres debería darles vergüenza. Yo estaría orgulloso de que mi hijo quisiera ser como Superman, porque Superman es todo lo que a nosotros nos gustaría ser. Es generoso, entregado, justo, comedido, reflexivo, fuerte y tierno. Es todo lo que un ser humano debería ser, y no es. En estos tiempos aciagos en los que todavía mueren niños de hambre aunque sabemos que se podría evitar con un mínimo de esfuerzo, en estos tiempos en los que el SIDA campa por sus respetos en dos continentes sólo porque asesinos con sotana dicen que el preservativo es pecado, en estos tiempos en los que muere más gente porque se dedica más dinero a armamento, a financiar los desastres bancarios que esos mismos bancos han provocado, o a comprar crucifijos de oro que a llevar medicinas allá donde hacen falta, Superman es más necesario que nunca, y si no existiera en las páginas de los cómics habría que inventarlo.
¿Llegará el día en el que no necesitaremos a Superman? Quiero pensar que sí, que algún día, tal vez cuando atravesemos la galaxia buscando otras formas de vida, buscándonos a nosotros mismos, no nos haga falta. Tal vez superemos esa dependencia y logremos enfrentarnos a nuestros miedos sentados en algún peñasco que gire alrededor de una enana roja que bautizaremos con el nombre de Kripton, en memoria de aquel salvador que vino de las estrellas para decirnos en las páginas de un cómic no tengáis miedo, sois capaces de cosas grandiosas por vosotros mismos y, al final, le hicimos caso.