21 octubre 2010

Reconocimiento facial

Podemos reconocer con facilidad un rostro familiar aunque lo observemos desde un ángulo cualquiera, incluso si la persona, por ejemplo, ha cambiado de peinado. Esto es consecuencia de que nuestro cerebro ha usado las imágenes bidimensionales percibidas por cada uno de nuestros ojos para construir y almacenar una representación mental tridimensional del rostro, que sigue siendo útil a pesar de cambios como el de un nuevo peinado.

Éste es un proceso automático del cual la mayoría de la gente no es consciente, y que parece resultar todo un desafío para las personas con un tipo particular de dificultad para reconocer rostros, como indican los resultados de un estudio reciente.

La prosopagnosia es una enfermedad en la cual la capacidad para reconocer rostros está alterada. Puede ser resultado de una lesión cerebral o se puede presentar a edades tempranas en la niñez, sin haber ningún daño cerebral perceptible. Ésta última modalidad es conocida como prosopagnosia del desarrollo y en muchos casos afecta a varios miembros de una misma familia.

Para investigar la prosopagnosia familiar, los doctores Hugh Wilson y Yunjo Lee en la Universidad de York en Canadá, junto con colegas del University College de Londres y la Universidad de Harvard, evaluaron exhaustivamente las capacidades de procesamiento de rostros de tres personas con prosopagnosia del desarrollo pertenecientes a una misma familia.

Los participantes, un padre y dos hijas, tienen problemas para reconocer rostros, aunque por lo demás sus capacidades intelectuales y sensoriales visuales son normales. Los tres son personas muy cultas y están bien integrados socialmente. Saben qué aspecto tiene un rostro y pueden determinar las expresiones faciales, así como el género y hasta el grado de atractivo físico, observando una cara. De hecho, una de las hijas es una artista visual que frecuentemente plasma caras con gran detalle en sus esculturas, demostrando su habilidad para procesar rostros genéricos.

El estudio ha revelado que los cambios en las condiciones de iluminación y los ángulos de observación afectan a la habilidad de esas tres personas para reconocer rostros. Por ejemplo, una de las hijas fue capaz de detectar diferencias sutiles entre dos rostros cuando los miraba desde el mismo ángulo, pero no cuando los veía desde ángulos diferentes.

Los hallazgos hechos en esta investigación sugieren que algunos casos de prosopagnosia familiar del desarrollo son resultado de una incapacidad para formar una representación mental de un rostro que sea lo bastante robusta como para seguir resultando válida incluso ante cambios en el ángulo de observación y de otros tipos.