13 septiembre 2009

Complejidad Irreductible

Publicado por Grupo Asobe

Es imposible exagerar la magnitud del problema que Darwin y Wallace resolvieron.

clip_image001

Alfred Russel Wallace, (1823-1913) Receptor de la Orden del Mérito británica; Fellow de la Royal Society de Gran Bretaña, Nació en Gales, Inglaterra, y fue un naturalista, explorador, geógrafo, antropólogo y biólogo. Él, independientemente, propuso una teoría de selección natural, lo que obligó a Darwin a publicar su más desarrollada e investigada teoría de selección natural, antes de lo que él planeaba. A Wallace algunas veces se le llama “padre de la biogeografía”. Fuente: Wikipedia

http://en.wikipedia.org/wiki/Alfred_Russel_Wallace .

Yo podría mencionar a la anatomía; la estructura celular, la bioquímica, y al comportamiento de literalmente cualquier organismo vivo; por ejemplo. Pero las más asombrosas hazañas de aparente diseño son aquellas escogidas—por obvias razones—por los autores creacionistas; y es con gentil ironía que derivo la mía de un libro creacionista: Vida--¿Cómo llegó Aquí?, con ningún autor mencionado, pero publicado por la Watchtower Bible and Tract Society, en dieciséis idiomas y once millones de copias; es obviamente una firma favorita, porque no menos de seis de esas once millones de copias me han sido enviadas como regalos no solicitados por parte de personas de buenos deseos de alrededor del mundo.

Escogiendo una página al azar de esta anónima y abundantemente distribuida obra, encontramos a la esponja llamada “canasta de flores de Venus” (Euplectella)

clip_image002 clip_image004 clip_image006

Esqueleto de la esponja Euplectella.

Izquierda: uno de sus brazos; centro toda la esponja; derecha una de las espículas

de su esqueleto

Acompañada por una cita de Sir David Attenborough, nada menos: “Cuando usted observa al complejo esqueleto de la esponja, como este compuesto de espículas de sílice, que es conocido como la canasta de flores de Venus, la imaginación es confundida. ¿Cómo pudieron células independientes cuasi-microscópicas, colaborar para segregar un millón de vidriosas agujas y construir tan intrincada y bella estructura? No lo sabemos” Los autores de la Watchtower no pierden tiempo en añadir su golpe: “Pero sí sabemos una cosa: El azar no es el diseñador probable”. De hecho, nó. El azar no es el probable diseñador. Esa es una cosa en la que podemos estar de acuerdo todos. La improbabilidad estadística de un fenómeno como el esqueleto de Eupectella, es el problema central que cualquier teoría de la vida debe resolver. Mientras mayor sea la improbabilidad estadística, lo menos plausible de que el azar sea la solución: eso es lo que improbable significa.

Pero las soluciones candidateadas para el rompecabezas de la improbabilidad; como es falsamente supuesto, no son diseño y azar; sino diseño y selección natural. El azar no es una solución; dados los altos niveles de improbabilidad que observamos en los organismos vivientes, y ningún biólogo cuerdo jamás sugirió que fuese así. El diseño no es tampoco una solución real, como veremos más adelante; pero por el momento quiero continuar demostrando que el problema que cualquier teoría de la vida está obligado a resolver: es el problema de cómo escapar del azar.

Pasando la página de Watchtower, encontramos a la maravillosa planta conocida como Pipa de Holandés (Aristolochia trilobata); todas de cuyas partes parecen elegantemente diseñadas para atrapar insectos; cubrirlos con polen y enviarlos en su vía hacia otra Pipa de Holandés.

clip_image007

Pipa de Holandés

La intrincada elegancia de la flor, mueve a Watchtower a preguntar: ¿Sucedió todo esto al azar? ¿U ocurrió mediante un diseño inteligente?. De nuevo, ningún por supuesto—no sucedió al azar. De nuevo, el diseño inteligente no es la alternativa apropiada al azar. La selección natural no sólo es una parsimoniosa, plausible y elegante solución. Es la única alternativa funcional al azar que haya sido sugerida alguna vez.

El diseño inteligente sufre de exactamente la misma objeción que el azar. Simplemente no es una solución plausible al rompecabezas de la improbabilidad estadística. Y mientras mayor sea la improbabilidad, más implausible se convierte el diseño inteligente. Visto claramente, el diseño inteligente resultaría en un redoblamiento del problema. De nuevo, esto es, porque el mismo diseñador (o diseñadora) hace surgir inmediatamente el mayor problema de su propio origen [¿quién diseñó al diseñador?].

Cualquier entidad capaz de diseñar inteligentemente algo tan improbable como la Pipa de Holandés (o un universo) tendría que ser aún más improbable que una Pipa de Holandés. Lejos de terminar la viciosa regresión, Dios la agrava con venganza.

Pase otra página de Watchtower para que lea un elocuente relato de la gigante redwood (madera roja: Sequoiadendron giganteum), un árbol por el cual siento un especial afecto, porque tengo uno en mi jardín—meramente un bebé, de escasamente un poco más de un siglo de edad, pero todavía, el árbol más alto del vecindario. “Un pequeño hombre parado al pie de una sequoia, sólo puede mirar en silencio, asombrado, ante su masiva grandeza”. ¿Tiene sentido creer que la forma de este majestuoso gigante y las minúsculas semillas que porta no fueron diseñados? Aún así; de nuevo, si usted piensa que la única alternativa al diseño, es el azar, entonces; nó, no tiene sentido. Pero; de nuevo, los autores omiten toda mención de la alternativa real: la selección natural; ya sea porque ellos genuinamente no la entienden, o simplemente porque no quieren.

clip_image008

Árboles de Sequoia

El proceso mediante el cual las plantas; ya sean minúsculas o masivas wellingtonias[1],

Adquieren la energía para construirse a sí mismas, es la fotosíntesis. De nuevo Watchtower: “Existen cerca de setenta reacciones químicas separadas involucradas en la fotosíntesis. Un biólogo dijo: ‘Es un evento verdaderamente milagroso’ Las plantas verdes han sido llamadas las ‘fábricas’ de la naturaleza—bellas, silenciosas, no-contaminantes, productoras de oxígeno, recicladoras del agua, y alimentadoras del mundo. ¿Ocurrieron ellas por azar? ¿Es eso realmente creíble?” No. No es creíble. Pero la repetición; ejemplo tras ejemplo, no nos lleva a ninguna parte. La “lógica” creacionista siempre es la misma. Algunos fenómenos naturales, son tan estadísticamente improbables; demasiado complejos; demasiado bellos; demasiado inspiradores de asombro para llegar a haber existido por azar. El diseño es la única alternativa al azar que los autores pueden imaginar. En consecuencia; un diseñador debe haberlos hecho. Y la respuesta de la ciencia a esta defectuosa lógica también siempre ha sido la misma:

El diseño no es la única alternativa al azar. La selección natural es una mejor alternativa. De hecho, el diseño no es una alternativa real en lo absoluto, porque hace surgir un problema aún más grande del que intenta resolver: ¿Quién diseñó al diseñador?.

Tanto el azar, como el diseño, fracasan como solución al problema de la improbabilidad estadística, porque uno de ellos es el problema; y el otro nos regresa hasta él.

La selección natural es la solución real. Es la única solución funcional que alguna vez haya sido sugerida. Y no sólo es una solución funcional, es una solución de impactante elegancia y poder.

¿Qué es lo que hace que la selección natural tenga éxito como solución al problema de la improbabilidad; mientras que el azar y el diseño fracasan ambos en la puerta de entrada? La respuesta es que la selección natural es un proceso acumulativo, que rompe el problema de la improbabilidad hasta convertirlo en pequeños pedacitos. Cada uno de los pequeños pedacitos es ligeramente improbable; pero no prohibitivamente. Cuando grandes cantidades de estos eventos ligeramente improbables son amontonados en series, el producto final de la acumulación es de hecho, muy muy improbable; lo suficientemente improbable para estar lejos de alcanzar una oportunidad. Son estos productos finales los que conforman los sujetos del reciclado y tedioso argumento de los creacionistas. Los creacionistas no captan el punto en lo absoluto; porque ellos insisten en tratar al génesis de la improbabilidad estadística como a un solo evento que ocurre una sola vez. Ellos no entienden el poder de la acumulación.

En Escalando la Montaña Improbable, expresé el punto en una parábola. Un lado de la montaña es un precipicio inclinado, imposible de escalar; pero en el otro lado es una suave pendiente hasta la cumbre. En la cúspide se sienta un complejo artefacto como un ojo o un motor flagelar de bacteria. La absurda noción de que tal complejidad podía espontáneamente auto-ensamblarse, es simbolizada saltando desde el pie del precipicio hasta el tope de la montaña de un solo golpe. La evolución; en contraste, rodea la parte trasera de la montaña y se arrastra hacia arriba por la suave pendiente hasta la cúspide: ¡fácil!.

El principio de escalar la suave pendiente en oposición a saltar el precipicio; es tan simple que uno es tentado a maravillarse porque tomó tanto tiempo para que arribara Darwin en la escena y lo descubriese. Para el tiempo en que él lo hizo; habían transcurrido casi tres siglos desde el annus mirabilis de Newton, aunque sus logros parecen; enfrentados a ellos, más difíciles que los de Darwin.

Otra metáfora favorita para la improbabilidad extrema es la cerradura de combinación de una bóveda bancaria. Teóricamente; un ladrón de bancos podría tener suerte y encontrar la correcta combinación de números por puro azar.

En la práctica; la cerradura de combinación del banco está diseñada con suficiente improbabilidad para hacer que esto equivalga a un imposible—casi tan improbable como el 747 de Fred Hoyle. Pero imagine una cerradura de combinación malamente diseñada que de pequeñas pistas progresivamente—el equivalente de “caliente, caliente” de los niños que juegan “Encuentra la Pantufla”.

Suponga que cada vez que uno de los botones se acerca a su correcta posición; la bóveda abre otra ranura, y un chorro de monedas sale en cascada. El ladrón llegaría hasta la combinación correcta y abriría la bóveda en muy poco tiempo.

Los creacionistas que intentan desplegar el argumento de la improbabilidad a su favor siempre asumen que la adaptación biológica en un asunto del premio mayor o nada. Otro nombre para la falacia del “premio mayor o nada” es “complejidad irreductible” (CI). O el ojo ve; o no ve. O el ala vuela; o no vuela. Asumen que no existen intermediarios útiles. Pero esto está simplemente equivocado. Tales intermediarios abundan en la práctica—que es exactamente lo que esperaríamos en teoría. La cerradura de combinación de la vida es un artefacto de encuentra a la pantufla: “caliente, frío, caliente”. La vida real busca la suave pendiente de la parte trasera de la Montaña Improbable; mientras los creacionistas están ciegos ante todo excepto el descorazonante precipicio del frente.

Darwin dedicó un capítulo completo del Origen de las Especies a las “Dificultades sobre la teoría de la descendencia con modificación”; y es justo decir que este breve capítulo anticipó y dispuso cada una de las supuestas dificultades que han sido propuestas desde entonces; hasta el día de hoy. Las dificultades más formidables son los “órganos de extrema perfección y complicación” de Darwin; algunas veces erróneamente descritos como “irreductiblemente complejos”. Darwin particularizó al ojo como presentando un particular y desafiante problema: “Suponer que el ojo; con todas sus inimitables planificaciones para ajustar el foco a diferentes distancias; para admitir diferentes cantidades de luz; y para la corrección de las aberraciones cromáticas y esféricas, pudo haberse formado mediante la selección natural; parece, lo confieso libremente, absurdo en el más alto grado”. Los creacionistas se deleitan en citar esta frase una y otra vez. No es necesario decir; que ellos no citan lo que sigue. La exagerada confesión libre de Darwin; resultó ser un artefacto retórico. Él estaba atrayendo a sus oponentes hacia él para que cuando su puñetazo llegase, golpease lo más fuerte posible. El puñetazo; por supuesto, fue la explicación sin esfuerzo de Darwin sobre exactamente como evolucionó el ojo gradualmente. Puede que Darwin no haya usado la frase: “complejidad irreductible”: o “la suave pendiente hacia arriba de la Montaña Improbable”, pero él, claramente, entendía el principio de ambas.

“¿Para qué sirve la mitad de un ojo?” y “¿Para qué sirve la mitad de un ala?” son ambas; instancias del argumento de la “complejidad irreductible”. Se dice que una unidad funcional es irreductiblemente compleja si la remoción de una de sus partes provoca que su totalidad deje de funcionar. Esto ha sido asumido como evidente en sí mismo para ambos; los ojos y las alas. Pero tan pronto como le dedicamos a estas asunciones un momento de pensamiento, vemos inmediatamente la falacia.

Un paciente de cataratas con el lente de su ojo removido quirúrgicamente, no puede ver imágenes claras sin usar lentes; pero puede ver lo suficiente para no chocar con un árbol o caer por un precipicio. La mitad de un ala; de hecho, no es tan buena como un ala completa; pero ciertamente es mejor que ningún ala en lo absoluto. La mitad de un ala puede salvar su vida suavizando su caída desde un árbol de cierta altura. Y el 51 por ciento de un ala puede salvarlo a usted si cae desde un árbol ligeramente más alto. Cualquiera sea la fracción de ala que usted tenga; existe una caída para la cual ella le salvará su vida; y donde un ala más pequeña no lo lograría. El experimento mental con árboles de diferentes alturas desde los cuales uno podría caer; es sólo una forma de ver, en teoría, que obligatoriamente debe existir un suave gradiente de ventaja a todo lo largo, desde un uno por ciento de ala, hasta un cien por ciento de ala.

Los bosques están repletos de animales que planean o se lanzan en paracaídas; ilustrando en la práctica, cada paso del camino de subida de esa particular pendiente de la Montaña Improbable.

clip_image009 clip_image011

Lagartija planeadora y ardilla planeadora

Por analogía con los árboles de diferente altura, es fácil imaginar situaciones en las cuales la mitad de un ojo salvaría la vida de un animal, y donde el 49 por ciento de un ojo nó. Suaves gradientes son proporcionados por variaciones en las condiciones de luz; variaciones en la distancia desde la cual usted puede ver a su presa—o a sus predadores. Y; al igual que con las alas, y las superficies de vuelo, plausibles intermediarios son no sólo fácil de imaginar: ellos abundan por todo el reino animal. Un gusano plano tiene un ojo; que conforme a cualquier medida de sensibilidad, es menos de la mitad de un ojo humano. El Nautilus ( y quizás sus extintos primos amonitas, que dominaron los mares paleozoicos y mesozoicos), posee un ojo que es intermediario en calidad entre el gusano plano y el ser humano.

clip_image013 clip_image014

Gusano plano (izquierda) y Nautilus (derecha)

El ojo “cámara hueco de alfiler” del Nautilus, puede hacer una imagen real; pero es una imagen borrosa y obscura comparada con la que vemos los humanos. Sería una precisión espuria colocarle cifras al mejoramiento, pero nadie puede negar cuerdamente que estos ojos de invertebrados; y muchos otros, son mejores que ningún ojo en lo absoluto, y todos ellos yacen en una continua y suave pendiente hacia la cúspide de la Montaña Improbable, que tiene a nuestros ojos en uno de sus picos—no en el pico más alto, pero en uno bien alto.

En Escalando la Montaña Improbable, dediqué todo un capítulo a cada uno: al ojo y al ala, demostrando cuán fácil fue para ellos evolucionar a través de suaves grados lentamente (o hasta; quizás, no tan lentamente), y dejaré el asunto hasta aquí.

Así que, hemos visto que los ojos y las alas, no son irreductiblemente complejos; pero lo que es más interesante que estos particulares ejemplos, es la lección general que debemos derivar. El hecho de que tanta gente haya estado tan mortalmente equivocada sobre estos obvios casos, debería servir de advertencia para alertarnos sobre otros ejemplos que no son tan obvios; como los casos celulares y bioquímicos, que están ahora siendo propagandeados por aquellos creacionistas que se cobijan bajo el eufemismo políticamente conveniente de “teoristas del diseño inteligente”.

Aquí tenemos un relato de precaución; y nos está diciendo esto: no declare simplemente que las cosas son irreductiblemente complejas; las probabilidades son de que usted no ha mirado cuidadosamente a los detalles, o pensado cuidadosamente sobre ellos. Por otra parte, nosotros del lado de la ciencia estamos obligados a no estar dogmáticamente confiados. Quizás existe algo allá afuera en la naturaleza que realmente sí hace imposible, por su genuinamente irreductible complejidad, la suave pendiente de la Montaña Improbable.

Los creacionistas tienen razón en que; si una genuina irreductible complejidad puede ser demostrada apropiadamente; estrellaría a la teoría de Darwin. El mismo Darwin dijo lo mismo: “Si pudiese ser demostrado que cualquier órgano complejo existió; el cual no pudo posiblemente haber sido formado por numerosas, sucesivas, y ligeras modificaciones, mi teoría se rompería absolutamente. Pero yo no puedo encontrar tal caso”. Darwin no pudo encontrar tal caso; ni tampoco ha podido nadie desde los tiempos de Darwin, a pesar de los agotadores; y de hecho desesperados, esfuerzos. Muchos candidatos han soportado el análisis.

En cualquier caso, aunque una genuina complejidad irreductible estrellaría a la teoría de Darwin, si alguna vez es encontrada, ¿Quién diría que no estrellaría también a la “teoría” del diseño inteligente?, si es que alguna vez es encontrada. De hecho; ya ha estrellado a la “teoría” del diseño inteligente; porque, como me mantengo diciendo y diré de nuevo, por muy poco que nosotros sepamos acerca de Dios, la única cosa sobre la que nosotros podemos estar seguros, es que él ¡tendría que ser muy muy complejo y también presumiblemente irreductible!


[1] [Acotación del Traductor: Wellingtonias: es el nombre dado a las sequoias gigantes en honor al Duque de Wellington, todavía en uso en Inglaterra]