06 septiembre 2009

LAS “PRUEBAS” DE TOMÁS AQUINO

Publicado por Grupo Asobe

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Las cinco “pruebas” afirmadas por Tomás Aquino en el siglo trece no prueban nada; y son fácilmente—aunque dudo en decirlo, debido a su eminencia—expuestas como vacías. Las primeras tres son simplemente formas diferentes de decir la misma cosa, y pueden ser consideradas juntas. Todas involucran una regresión infinita—la respuesta a una pregunta nace de una pregunta anterior, y así hasta el infinito.

1. El Movedor Inmóvil. Nada se mueve sin un previo movedor. Esto nos lleva a una regresión, de la cual el único escape es Dios. Algo tuvo que hacer el primer movimiento, y a ese algo nosotros lo llamamos Dios.
2. La Causa no Causada. Nada es causado por sí mismo. Todo efecto tiene una causa previa, y de nuevo, somos empujados hacia una regresión. Ésta tiene que ser terminada por una primera causa, a la cual nosotros llamamos Dios
3. El Argumento Cosmológico. Obligatoriamente, debe haber habido un tiempo cuando no existían cosas físicas. Pero; debido a que las cosas físicas existen ahora, obligatoriamente debe haber habido algo no físico que las hizo existir, y a ese algo nosotros lo llamamos Dios.

Todos estos tres argumentos se apoyan en la idea de una regresión e invocan a Dios para terminarla. Ellas hacen la totalmente no garantizada asunción de que Dios es inmune a la regresión. Aún si permitimos el dudoso lujo de conjurar arbitrariamente a un terminador de la regresión infinita, y le damos un nombre; simplemente porque necesitamos uno, no existe en lo absoluto ninguna razón para dotar a ese terminador con cualquiera de las propiedades normalmente adscritas a Dios:

Omnipotencia, sabiduría infinita, creatividad para diseñar; para no decir nada sobre tales atributos humanos como escuchar plegarias, perdonar pecados y leer los pensamientos más íntimos.

De paso, a los lógicos no se les ha escapado notar que la sabiduría infinita y la omnipotencia son mutuamente incompatibles. Si Dios posee una sabiduría infinita, él ya debe saber que va a intervenir para cambiar el curso de la historia usando su omnipotencia. Lo que eso significa es que él no puede cambiar de idea sobre su intervención, lo que a su vez significa que no es omnipotente. Karen Owens ha capturado esta acuciosa pequeña paradoja en otra igualmente atractiva:

¿Puede el Dios de sabiduría infinita
que conoce el futuro
hallar la omnipotencia
para cambiar sus futuras ideas?

Para volver a la regresión infinita y a la futilidad de invocar a Dios para terminarla; es más parsimonioso conjurar; digamos, una singularidad como el “Big Bang”, o cualquier otro concepto físico todavía desconocido. Llamarla Dios; en el mejor de los casos, no ayuda; y en el peor, es perniciosamente engañoso. El récipe sin sentido de Edward Lears para preparar cortes de carne crumboblious, [palabra inventada] nos invita a “Obtener algunas tiras de carne; hacerlas cortar en los pedazos más pequeños posibles; y proceder entonces a cortarlos en pedacitos aún más pequeños; ocho o quizás nueve veces más”.

Algunas regresiones sí alcanzan un terminador natural. Los científicos acostumbraban a preguntarse que sucedería si uno pudiese disectar; digamos, al oro en los pedazos más pequeños posibles. ¿Porqué no debería usted cortar unos de esos pequeños pedazos por la mitad para producir una aún más pequeña porción de oro? La regresión en este caso, es decisivamente terminada por el átomo. La porción más pequeña de oro es un núcleo de exactamente setenta y nueve protones y una ligeramente mayor cantidad de neutrones, atendidos por un enjambre de setenta y nueve electrones. Si uno corta al oro más allá del nivel de un solo átomo, cualquier cosa que obtenga ya no es oro. El átomo proporciona un terminador natural para los tipos de regresión como los cortes de carne crumboblious. De ninguna manera está claro que Dios proporciona un terminador natural a las regresiones de Aquino. Eso es, para ponerlo suavemente; como veremos más adelante. Movámonos adelante en la lista de Aquino:

4. El Argumento de los Grados. Nosotros notamos que las cosas en el mundo difieren. Existen grados de; digamos, bondad y perfección. Pero nosotros juzgamos esos grados sólo al compararlos con un máximo. Los humanos; pueden ser ambos, buenos y malos, así que la máxima bondad no puede estar en nosotros. En consecuencia, debe obligatoriamente existir otro máximo que establezca el estándar para la perfección, y nosotros llamamos a eso Dios.


¿Es eso un argumento? Usted podría decir también que la gente varía en hediondez pero que nosotros podemos hacer la comparación sólo en referencia a un máximo perfecto de hediondez concebible. En consecuencia obligatoriamente debe existir un ser prominentemente hediondo sin par, y nosotros lo llamamos Dios. O sustituir cualquier otra dimensión de comparación que a usted le guste, y derivar una equivalentemente conclusión fatua.

5. El Argumento Teleológico, o Argumento del Diseño. Las cosas en el mundo; especialmente las cosas vivientes, lucen como si hubiesen sido diseñadas. Nada que conocemos nosotros luce diseñada a menos que haya sido diseñada. En consecuencia obligatoriamente debe haber existido un diseñador y nosotros lo llamamos Dios.

El mismo Aquino usó la analogía de una flecha moviéndose hacia un blanco; pero un moderno misil antiaéreo atraído por el calor hubiera servido mejor para su propósito. El argumento del diseño es el único que es todavía usado regularmente; y todavía le suena a muchos como el argumento noqueador definitivo.

El joven Darwin fue impresionado por eso cuando; como estudiante de pregrado en Cambridge, lo leyó en la Teología Natural de William Paley. Desafortunadamente para Paley, el maduro Darwin lo hizo explotar fuera del agua. Probablemente nunca ha existido una devastante derrota de la creencia popular mediante el astuto razonamiento que la destrucción por parte de Darwin del argumento del diseño.

Fue tan inesperado. Gracias a Darwin; ya no es cierto que nada que conozcamos luce diseñado a menos que sea diseñado. La evolución mediante la selección natural produce un excelente simulacro del diseño, remontando prodigiosas alturas de complejidad y elegancia. Y entre esas eminencias del seudodiseño, están los sistemas nerviosos que—entre sus más modestos logros—manifiestan un comportamiento buscador de objetivos que, hasta en un minúsculo insecto, se parece más a un sofisticado misil atraído por el calor, que a una simple flecha hacia su blanco.

Refutando Argumento del Diseño