13 septiembre 2009

Las Escrituras

Publicado por Grupo Asobe

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Todavía existen algunas personas que están persuadidas por la evidencia de las Escrituras para creer en Dios. Un argumento común; atribuido entre otros a C. S. Lewis (quien debería haber sabido mejor), establece que, debido a que Jesús afirmó ser el Hijo de Dios; él debe haber estado en lo correcto o loco o sería un mentiroso: “Loco, Malo o Dios”; o con cruda cacofonía, “Lunatic, Liar, or Lord” (“Lunático, Mentiroso, o Señor”). La evidencia histórica de que Jesús afirmaba poseer una especie de estatus divino es mínima. Pero hasta si esa evidencia fuese buena, el trilema en oferta sería risiblemente inadecuado. Una cuarta posibilidad; demasiada obvia para necesitar ser mencionada, es que Jesús estuviese honestamente equivocado. Abundantes personas lo están. En cualquier caso; como dije, no existe una buena evidencia histórica de que él pensara alguna vez, que fuese divino.
El hecho de que algo esté escrito es persuasivo para las personas no acostumbradas a preguntar: “¿Quién lo escribió; y cuándo? ¿Cómo sabían ellos qué escribir? ¿Querían ellos; en su época, decir, lo que nosotros entendemos en nuestra época que significa lo que ellos estaban diciendo? ¿Eran ellos observadores imparciales, o tenían una agenda que coloreaba sus escritos?” Desde el siglo diecinueve, los académicos de la teología, han construido un abrumador caso que afirma que los evangelios no son relatos confiables sobre lo que sucedió en la historia del mundo real. Todos fueron escritos mucho tiempo después de la muerte de Jesús; y también después de las Epístolas de Pablo, que no mencionan casi ninguno de los supuestos hechos de la vida de Jesús. Todos fueron a menudo, copiados y recopiados; a través de muchas diferentes “Generaciones de Susurros Chinos”.[1] (vea el capítulo quinto) por escribas falibles que; en cualquier caso, tenían sus propias agendas religiosas.[2]
Un buen ejemplo de la coloración por agendas religiosas es la totalidad de la enternecedora leyenda del nacimiento de Jesús en Bethlehem (Belén), seguida de la masacre de inocentes por Herodes. Cuando los evangelios fueron escritos, muchos años después de la muerte de Jesús, nadie sabía donde había nacido él. Pero una profecía del Viejo Testamento (Miqueas 5:2) hacía que los judíos creyeran que el largamente esperado mesías naciese en Belén.[3]
A la luz de esta profecía, el evangelio de Juan (7:41-42) remarca específicamente que sus seguidores fueron sorprendidos de que él no hubiese nacido en Belén: “Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David?
Mateo y Lucas manejan el problema diferentemente, decidiendo que Jesús debe obligatoriamente haber nacido en Belén; después de todo. Pero ellos lo llevan a él allí por diferentes rutas. Mateo tiene a María y a José todo el tiempo en Belén; moviéndose hacia Nazaret sólo mucho tiempo después del nacimiento de Jesús, en su regreso a Egipto, donde ellos huyeron del Rey Herodes y de la masacre de los inocentes. Lucas; en contraste, reconoce que María y José vivían en Nazaret antes de que naciese Jesús. Así que, ¿Cómo llevarlos a ellos hasta Belén en el momento crucial para que se cumpla la profecía? Lucas dice que; en los tiempos cuando Cirenio era gobernador de Siria, César Augusto decretó un censo para propósitos de impuestos, y todos tenían que ir “a su propia ciudad”.
José era “de la casa y familia de David” y en consecuencia, él tuvo que ir a la “ciudad de David, que se llama Belén”. Eso pudo haber parecido como una buena solución. Excepto que históricamente es un completo sin sentido, como A. N. Wilson; en su libro, Jesús, y Robin Lane Fox, en su libro La Versión No Autorizada (entre otros), han señalado. David; si es que él existió, vivió cerca de mil años antes que María y Jesús. ¿Porqué en la Tierra habrían los romanos requerido que José fuese a la ciudad donde un antepasado remoto había vivido hacía un milenio? Es como si yo fuese obligado a especificar en la planilla del censo; digamos, que Ashby-de-la-Zouch es mi pueblo natal; si sucediese que yo pudiese rastrear mi árbol genealógico hasta el Seigneur de Dakeyne, quien vino con Guillermo el Conquistador y se estableció allí.
Además, Lucas escoñeta (sic: screws up) sus fechas, al no tener tacto al mencionar eventos que los historiadores son capaces de chequear independientemente. Hubo de hecho un censo bajo el Gobernador Cirenio—un censo local; no uno decretado por César Augusto para todo el imperio—pero sucedió muy tarde: en el siglo seis de la era actual, mucho después de la muerte de Herodes. Lane Fox concluye que: “La historia de Lucas, es históricamente imposible e internamente incoherente”, pero él es considerado con el ruego de Lucas y su deseo de cumplir la profecía de Miqueas.
En el ejemplar de diciembre de 2004 de Free Inquiry, Tom Flynn, el editor de esa excelente revista, ensambla una colección de artículos que documentan las contradicciones y huecos vacíos en la bien amada historia de la Navidad. El mismo Flynn hace una lista de las muchas contradicciones entre Mateo y Lucas; los únicos dos evangelistas que hablan del nacimiento de Jesús.[4].
Robert Gilloly; demuestra como todas las características esenciales de la leyenda de Jesús; incluyendo la estrella de Oriente; el nacimiento virginal; la adoración del bebé por reyes; los milagros; la ejecución; la resurrección y la ascensión; son tomadas prestadas—cada una de ellas, hasta la última—de otras religiones ya existentes en el Mediterráneo y la región del Cercano Oriente. Flynn sugiere que el deseo de Mateo de cumplir las profecías mesiánicas (descendencia de David, nacimiento en Belén), para el beneficio de los lectores judíos se estrelló de frente con el deseo de Lucas de adaptar la Cristiandad a los gentiles, y en consecuencia, para presionar los botones calientes de las religiones paganas helénicas (nacimiento virginal, adoración por reyes, etc.) Las contradicciones resultantes son enceguecedoras, pero consistentemente ignoradas por los creyentes.
Creyentes sofisticados no necesitan a George Garshwin para que los convenza de que “the things that you’re li’ble / To read in the Bible /it ain’t necessarily so” (escrito en inglés nada sofisticado: “las cosas que usted es capaz / de leer en la Biblia / no son necesariamente eso”) Pero existen muchos cristianos nada sofisticados que piensan que es absolutamente necesario—y quienes toman la Biblia muy seriamente; de hecho, como un archivo exacto y literal de la historia, y en consecuencia como la evidencia que soporta sus creencias religiosas. ¿Nunca abren estas personas el libro que ellos creen que es la verdad literal? ¿Porqué no notan esas enceguecedoras contradicciones? ¿No debería un literalista preocuparse por el hecho de que Mateo rastrea el origen de José desde el Rey David vía veintiocho generaciones intermedias; mientras que Lucas tiene cuarenta y una generaciones? Peor, ¡Casi no existe sobreposición de los nombres en las dos listas! En cualquier caso, si Jesús nació realmente de una virgen, los antepasados de José son irrelevantes y no pueden ser usados para cumplir; a favor de Jesús, la profecía del Viejo Testamento, de que el Mesías debe ser un descendiente de David.
El académico bíblico estadounidense; Bart Ehrman, en un libro cuyo subtítulo es La Historia Detrás de Quienes Cambiaron el Nuevo Testamento y Porqué, despliega una gigantesca incertidumbre que oscurece a los textos del Nuevo Testamento.[5] En la introducción del libro, el Profesor Ehrman describe conmovedoramente la travesía de su educación personal desde un fundamentalista creyente en la Biblia, hasta un meditado escéptico ; una travesía dirigida por su temprano descubrimiento de la falibilidad de las escrituras. Significativamente, a medida que él se movía hacia arriba por la jerarquía de las universidades estadounidenses; desde el fondo rocoso del “Instituto Moody de la Biblia”, pasando por el Wheaton College (un poquito más alto en la escala, pero aún así, el alma mater de Billy Graham) hasta Princeton (una cúspide de clase mundial), a él se le advirtió a cada paso que tendría problemas para mantener su fundamentalismo cristiano frente al peligroso progresivismo.
Así lo comprobó; y nosotros, sus lectores, somos los beneficiarios. Otros libros refrescantemente iconoclastas de crítica bíblica son La Versión No Autorizada de Robin Lane Fox; ya mencionado, y La Biblia Secular: Porqué los No-Creyentes Toman en Serio a la Religión, de Jacques Berlinerblaus.
Los cuatro evangelios que lograron entrar en el canon oficial; fueron escogidos; más o menos arbitrariamente, de entre una muestra mayor de por lo menos una docena que incluye a los Evangelios de Tomás, Pedro, Nicodemo, Felipe, Bartolomé y María Magdalena.[6] Es a estos evangelios adicionales a los que se estaba refiriendo Thomas Jefferson en su carta a su sobrino:
Olvidé observar; cuando hablo del Nuevo Testamento, que tú deberías leer todas las historias de Cristo, así como de aquellos sobre los cuales un consejo de eclesiásticos ha decidido por nosotros, como aquellos a quienes ellos llamaron Evangelistas. Porque estos Seudo-Evangelistas pretendieron inspirar tanto como los otros, y se espera que tú juzgues sus pretensiones usando tu propia razón, y no la razón de esos eclesiásticos.
Los evangelios que no lo lograron, fueron omitidos por aquellos eclesiásticos, quizás porque incluían relatos que eran aún más embarazosamente no plausibles que los contenidos en los cuatro canónicos. El Evangelio de Tomás; por ejemplo, tiene numerosas anécdotas sobre el niño Jesús abusando de sus poderes mágicos en la forma en lo haría un hada malvada, transformando impíamente en cabras, a sus compañeros de juego; o convirtiendo al barro en pinzones, o ayudando a su padre con la carpintería milagrosamente alargando un trozo de madera.[7] Sería dicho que nadie cree crudos relatos de milagros como esos del Evangelio de Tomás. Pero no existe ni más, ni menos, razón para creer los cuatro evangelios canónicos. Todos tienen el estatus de leyenda, tan dudosamente fácticos como los relatos sobre el Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda.
La mayor porción de lo que es compartido por los cuatro evangelios canónicos es derivado de una fuente común; ya sea el evangelio de Marcos o una obra perdida de la cual Marcos es el más antiguo descendiente existente. Nadie sabe quienes fueron los cuatro evangelistas; pero ellos casi ciertamente, nunca conocieron a Jesús personalmente.
Mucho de lo que ellos escribieron no fue; en ningún sentido, un intento honesto de registrar la historia; sino simplemente tomado sin serias alteraciones del Viejo Testamento, porque los hacedores de evangelios estaban devotamente convencidos de que la vida de Jesús debía cumplir las profecías del Viejo Testamento. Hasta es posible; armar un serio caso histórico; aunque no es ampliamente apoyado, de que Jesús nunca vivió en lo absoluto; como ha sido hecho por, entre otros, el Profesor G. A. Wells, de la Universidad de Londres, en una cantidad de libros, incluyendo ¿Existió Jesús?.
Aunque Jesús; probablemente existió, reputados académicos bíblicos no consideran generalmente al Nuevo Testamento (y obviamente tampoco al Viejo Testamento), como un registro confiable de lo que realmente ocurrió en la historia, y no consideraré más a la Biblia como evidencia de ningún tipo de deidad. En las visionarias palabras de Thomas Jefferson, escribiendo a su predecesor John Adams, “Llegará el día cuando la mística generación de Jesús, con el Ser Supremo como su Padre, en el vientre de una virgen, será clasificada como la fábula de la generación de Minerva en el cerebro de Júpiter”.
La novela de Dan Brown, El Código Da Vinci, y la película hecha a partir de ésta, están levantando una enorme controversia en círculos eclesiásticos. Los cristianos son exhortados a boicotear la película y a manifestar frente a los cines, para demostrarlo. De hecho; es una fabricación de comienzo a fin: inventada; ficción producida. En ese aspecto, es exactamente igual a los evangelios. La única diferencia entre El Código Da Vinci y los evangelios, es que los evangelios son una ficción de la antigüedad mientras que El Código Da Vinci es una ficción moderna.

[1] Nota del traductor: Chinese Whispers (Susurros Chinos); también conocido como “el juego del teléfono” “teléfono roto”; “operador” “susurro por el camino” y “pásalo”, es un juego a menudo jugado por niños que consiste en susurrar una frase al oído de un jugador; para que éste se la susurre a su vez al próximo jugador; y así hasta el último—inevitablemente, la frase es ligeramente alterada por cada jugador, por lo que el último que debe decir en voz alta la frase que le susurraron, casi invariablemente, recita una frase absolutamente diferente a la original. http://en.wikipedia.org/wiki/Chinese_whisper
[2] [Acotación del Traductor: “Tener una agenda” significa en las culturas de habla inglesa: “Tener un Plan Preconcebido”]
[3] Nota del Traductor: Santa Biblia, Viejo Testamento, Miqueas 5:2 “Pero tú Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.”
[4] Tom Flynn, “Matthew vs. Luke” (“Mateo versus Lucas”), Free Inquiry, 25: 1, 2004, 34-35; Robert Gillooly, “Shedding light on the light of the world”, (“Alumbrando a la luz del mundo”), Free Inquiry, 25: 1, (2004), 27-30.
[5] Doy el subtítulo porque sobre eso es todo en lo que confío. El título principal de mi copia del libro; publicada por Continuum de Londres, es ¿De quién es la Palabra? No puedo hallar nada en esta edición para decir si es el mismo libro que el publicado en los Estados Unidos de América por Harper San Francisco, el cual no he visto y cuyo título principal es Citando Erróneamente a Jesús. Presumo que son el mismo libro, pero ¿Porqué hacen los publicistas este tipo de cosas?
[6] Ehrman (2006). Vea también Ehrman (2003a, b).
[7] A. N. Wilson; en su biografía de Jesús, expresa dudas sobre el relato de que José fuese un carpintero. La palabra griega tekton de hecho significa carpintero, pero fue traducida desde la palabra aramea naggar, que podía significar artesano u hombre estudiado. Esta es una de las traducciones equivocadas constructivas que atormentan a la Biblia; la más famosa de ellas es la equivocada traducción de Isaías de la palabra hebrea para joven mujer (almah ) en la palabra griega para virgen ( parthenos ). Un error fácil de cometer (piense en las palabras inglesas “ maid ” [criada] y “ maiden ” [muchacha o mujer soltera] para que vea cómo pudo haber ocurrido). Este resbalón del traductor bíblico iba a ser salvajemente inflado para dar lugar a toda la absurda leyenda de que ¡la madre de Jesús fue una virgen!. El único competidor por el título de traducción equivocada constructiva de todos los tiempos también está relacionado con las vírgenes. Ibn Warraq, ha argumentado chistosamente que en la famosa promesa de setenta y dos vírgenes para cada mártir musulmán, “vírgenes” es la traducción equivocada de “pasas blancas de claridad cristalina”. Ahora, si eso hubiese sido mejor conocido, ¿Cuántas víctimas inocentes de misiones suicidas pudieron haber sido salvadas? (Ibn Warraq, “¿Vírgenes? ¿Cuáles Vírgenes?”, Free Inquiry, 26:1, 2006, 45-46).