07 septiembre 2009

El Argumento Ontológico y otros argumentos a Priori

Publicado por Grupo Asobe

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Los argumentos a favor de la existencia de Dios caen en dos categorías principales; la a priori y la a posteriori. Los cinco de Tomás Aquino son argumentos a posteriori; que se apoyan en una inspección del mundo. El más famoso de los argumentos a priori; de aquellos que se apoyan puramente en raciocinios de poltrona, es el argumento ontológico, propuesto por San Anselmo de Canterbury en 1078 y reafirmado en diferentes formas por numerosos filósofos desde entonces.

 Un extraño aspecto del argumento de Anselmo es que fue originalmente dirigido no a los humanos, sino al mismo Dios, en forma de plegaria (uno pensaría que una entidad capaz de escuchar plegarias no necesitaría ser convencida de su propia existencia).  Es posible concebir; dijo Anselmo, a un ser del que nada más grande puede ser concebido. Hasta un ateo puede concebir un ser tan superlativo; aunque él negaría su existencia en el mundo real. Pero; sigue el argumento, un ser que no existe en el mundo real es; por ese mismísimo hecho, menos que perfecto. En consecuencia, tenemos una contradicción y; ¡Hey, presto, Dios existe!

 Permítanme traducir este infantil argumento al lenguaje apropiado, que es el lenguaje de un parque infantil:

“Te apuesto a que puedo probar que Dios existe”

        “Te apuesto a que no puedes”

        “Está bien; entonces, imagina la cosa más perfecta perfecta perfecta posible”

        “Está bien, ¿Ahora qué?”

        “Ahora, ¿Es esa cosa perfecta perfecta perfecta real? ¿Existe?”

        “No, sólo está en mi mente”

“Pero si fuese real, sería aún más perfecta, porque una cosa realmente realmente perfecta tendría que ser mejor que una cosa tontamente imaginaria. Así que he probado que Dios existe. recio recio recio todos los ateos son necios.”

Yo hice que el sabio de mi niñez escogiese la palabra “necio” aconsejadamente. El mismo Anselmo citó el primer verso del Salmo 14: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”, y él tuvo la impudencia de usar el nombre “necio” (Latin insipiens) para su hipotético ateo:

De allí, que hasta el necio está convencido de que algo existe en el entendimiento; por lo menos, que de ello nada más grande puede ser concebido. Porque; cuando él oye esto, lo entiende. Y cualquier cosa que es entendida, existe en el entendimiento. Y más seguramente, que del que nada más grande puede ser concebido, no puede existir sólo en el entendimiento. Porque; suponga que sólo existe en el entendimiento: entonces puede ser concebido que exista en realidad; lo que es más grande.
La mismísima idea de que a partir de tal truculencia en el uso indebido de las palabras siguen conclusiones grandiosas, me ofende estéticamente, así que debo encargarme de refrenarme de agitar palabras como “necio”.  Bertrand Russell (ningún necio) interesantemente dijo: “Es más fácil sentirse convencido de [que el argumento ontológico] deber ser falacioso de lo que es hallar precisamente, donde yace la falacia”. El mismo Russell; siendo joven, estuvo brevemente convencido por éste:

Recuerdo el momento preciso; un día de 1894, mientras transitaba por la senda Trinidad, cuando vi un resplandor (o pensé que vi) de que el argumento ontológico es válido. Había salido a comprar una lata de tabaco; a mi regreso, la lancé repentinamente al aire, y exclamé al atraparla: “Grandioso Scott, el argumento ontológico es sólido”.

¿Porqué; me pregunté yo, dijo él algo como “Grandioso Scott, el argumento ontológico parece ser plausible. Pero ¿No es demasiado bueno para ser verdad que una verdad sobre el cosmos provenga de un mero juego de palabras? Mejor me siento a trabajar para resolver lo que parece que quizás sea una paradoja como las de Zeno”.

Los griegos pasaron dificultades para ver a través de la “prueba” de Zeno de que Aquiles nunca atraparía a la tortuga.[1] Pero tuvieron el sentido de no concluir que Aquiles realmente fracasaría en atrapar a la tortuga. En vez de eso, ellos lo llamaron una paradoja y esperaron para que las posteriores generaciones de matemáticos la explicasen (mediante; como resultó ser, la teoría de las series infinitas que convergen en un valor límite). El mismo Russell; por supuesto, estaba tan bien calificado como cualquiera para entender el porqué ninguna lata de tabaco debería ser lanzada al aire para celebrar el fracaso de Aquiles en atrapar a la tortuga. ¿Porqué no ejerció la misma cautela sobre San Anselmo? Yo sospecho que él era un ateo exageradamente justo de mente; súper-ansioso por ser desilusionado si la lógica parecía requerirlo.[2] O quizás la respuesta yace en algo que el propio Russell escribió en 1946, mucho antes que él hubiese atronado el argumento ontológico:

La verdadera pregunta es: ¿Existe algo que nosotros podamos pensar que; por el mero hecho de que podamos pensar en él, se demuestra que existe fuera de nuestro pensamiento? A todo filósofo le gustaría decir sí, porque el trabajo de un filósofo es encontrar cosas sobre el mundo mediante el pensamiento en vez de mediante la observación. Si sí es la respuesta correcta, existe un puente entre el pensamiento puro y las cosas, Si no, nó.

Mi propia sensación; al contrario, hubiese sido una automática profunda sospecha sobre cualquier línea de razonamiento que llegase a tan significativa conclusión sin suministrar ni una sola pieza de datos proveniente del mundo real. Quizás eso indica nada más que yo soy un científico en vez de un filósofo. Los filósofos; a lo largo de los siglos, han tomado en serio al argumento ontológico; en ambas formas, a favor o en contra. El filósofo ateo J. L. Mackie ofrece una discusión particularmente clara en The Miracle of Theism (El Milagro del Teísmo).

Yo considero un halago decir que defino a un filósofo como alguien que no acepta al sentido común como respuesta.

Las refutaciones más definitivas del argumento ontológico son usualmente atribuidas a los filósofos David Hume (1711-1776) e Immanuel Kant (1724-1804). Kant identificó la carta oculta en la manga de Anselmo como su resbalosa asunción de que la “existencia” es más “perfecta” que la no-existencia El filósofo estadounidense Norman Malcolm lo dijo de esta forma: “La doctrina de que la existencia es una perfección es marcadamente cuestionable. Tiene sentido; y es cierto, decir que mi futura casa será una mejor si es hermética que si no lo es; pero ¿Qué significaría decir que será una mejor casa si existe en vez de no existir?.[3] Otro filósofo, el australiano Douglas Gaskin, hizo el punto con su irónica “prueba” de que Dios no existe (El contemporáneo de Anselmo; Gaunilo, había sugerido una reductio de alguna manera similar).

1.   La creación del mundo es el más maravilloso logro imaginable.

2.   El mérito de un logro es el producto de (a) su calidad intrínseca, y (b) la capacidad de su creador.

3.   Mientras mayor sea la incapacidad (o invalidez) del creador, más impresionante será su logro.

4.   La más formidable invalidez de un creador sería su no existencia.

5.   En consecuencia, si suponemos que el universo es el producto de un creador existente, nosotros podemos concebir un ser más grandioso—específicamente—uno que creó todo mientras no existía.

6.   Un Dios existente; en consecuencia, no sería un ser más grandioso que aquél sobre el cual uno más grandioso no puede ser concebido; porque un increíble creador sería un Dios que no existiese.



Ergo:



7.   Dios no existe.



No es necesario decir que Gaskin no probó realmente que Dios no existía. Y por las mismas razones, Anselmo no probó que sí existía. La única diferencia es; que Gaskin estaba siendo chistoso adrede. Como él se dio cuenta; la existencia o no existencia de Dios es una pregunta demasiado grande para ser decidida por la “prestidigitación dialéctica”. Y yo no creo que el resbaloso uso de la existencia como un indicador de perfección es el peor de los problemas del argumento ontológico. He olvidado los detalles; pero una vez irrité a una reunión de teólogos y filósofos, adaptando el argumento ontológico para probar que los cerdos podían volar. Ellos sintieron la necesidad de apelar a la lógica Modal para probar que yo estaba equivocado.
El argumento ontológico; al igual que todos los argumentos a priori sobre la existencia de Dios, me recuerdan al anciano en la novela de Aldous Huxley; Point Counter Point (Punto Contra Punto) que descubrió una prueba matemática para la existencia de Dios:

¿Conocen ustedes la fórmula, m sobre nada es igual a infinito; siendo m un número positivo? Bien, ¿Porqué no reducimos la ecuación hasta una forma más simple multiplicando ambos lados por nada. En cuyo caso usted tiene a m igual a infinito multiplicado por nada. Esto quiere decir que un número positivo es el producto de cero e infinito. ¿No demuestra eso que la creación del universo por un poder infinito a partir de la nada? ¿No es así?

O existe el notorio debate del siglo dieciocho sobre la existencia de Dios, organizado por Catalina la Grande; entre Euler, un matemático suizo, y Diderot, en gran enciclopedista de la Era de la Ilustración. El piadoso Euler avanzó hacia el ateo Diderot y; en tonos de la mayor convicción, expresó su reto: “Monsieur, (a + bn)/n = x, en consecuencia, Dios existe, ¡Responda!. Diderot fue intimidado a retirarse; y una versión de la historia dice que Diderot se retiró hasta Francia.

Euler estaba empleando lo que podría ser llamado el argumento para enceguecer usando la ciencia (en este caso matemáticas). David Mills; en Universo Ateo, transcribe una entrevista radial que le hiciera a él, un vocero religioso, quién invocó la Ley de la conservación de la Masa-Energía en un extraño e inefectivo intento de enceguecer con la ciencia: “Debido a que todos nosotros estamos compuestos de materia y energía, ¿No le da ese específico principio, credibilidad a la creencia en la vida eterna? Miller respondió más pacientemente y cortésmente de lo que yo hubiera; porque lo que el entrevistador estaba diciendo, traducido al inglés, era nada más que: “Cuando nosotros morimos; ninguno de los átomos de nuestro cuerpo (y nada de la energía), se pierden. En consecuencia nosotros somos inmortales”.

Ni siquiera yo, con mi extensa experiencia, he encontrado nunca un deseo mental tan tonto como ese. Si he; sin embargo, conocido muchas de las maravillosas “pruebas” coleccionadas en: http://www.godlessgeeks.com/LINKS/GodProof.htm una lista numerada, ricamente cómica, de “Más de Trescientas Pruebas de la Existencia de Dios”. Aquí tienen una risible media docena, comenzando con la “Prueba” número 36:

36. Argumento de la Devastación Incompleta: Un avión se estrelló, matando a 143 pasajeros y tripulantes. Pero un niño sobrevivió con sólo quemaduras de tercer grado. En consecuencia, Dios existe.

37. Argumento de Mundos Posibles: Si las cosas han sido diferentes, entonces las cosas serían diferentes. Eso sería malo. En consecuencia, Dios existe.

38. Argumento de Voluntad Absoluta: ¡Yo sí creo en Dios! ¡Yo sí creo en Dios!

 ¡Yo creo! ¡Yo creo! ¡Yo creo!, en consecuencia, Dios existe.

39. Argumento de la No-Creencia: La mayoría de la población del mundo es no-creyente en la Cristiandad: Esto es exactamente lo que Satán quería. En consecuencia, Dios Existe.

40. Argumento de Experiencias Pos-Muerte: La persona X murió como ateo. Ahora él se da cuenta de su error. En consecuencia, Dios existe.

41. Argumento del Chantaje Emocional: Dios lo ama a usted. ¿Cómo puede ser usted tan sin corazón como para no creer en él? En consecuencia, Dios existe.

  ¡Santa Mentira!
Tienes que saber la Verdad, buscar la Verdad y la Verda te liberará